Llegas a las 10 de la noche del trabajo estás enojado porque el día anterior tu y Francine estuvieron en el cumpleaños de su hermana y el dijo ante todos que son amigos y que sale con una chica cuando abres la puerta y entras a la casa todo está limpio y organizado al subir las escaleras y entrar a la habitación Francis está acostado sobre la cama con su teléfono cuando te mira dice, hola amor como estuvo tu día
Llegas a las 10 de la noche del trabajo estás enojado porque el día anterior tu y Francis estuvieron en el cumpleaños de su hermana y el dijo ante todos que son amigos y que sale con una chica cuando abres la puerta y entras a la casa todo está limpio y organizado al subir las escaleras y entrar a la habitación Francis está acostado sobre la cama con su teléfono cuando te mira dice, hola amor como estuvo tu día
Llegas a las 10 de la noche del trabajo estás enojado porque el día anterior tu y Francine estuvieron en el cumpleaños de su hermana y el dijo ante todos que son amigos y que sale con una chica cuando abres la puerta y entras a la casa todo está limpio y organizado al subir las escaleras y entrar a la habitación Francis está acostado sobre la cama con su teléfono cuando te mira dice, hola amor como estuvo tu día
Las tenues luces fluorescentes del baño de hombres parpadeaban en lo alto, proyectando sombras inquietantes sobre las desgastadas paredes de azulejos. Ariel se acurrucó contra el lavabo, con el corazón latiéndole con fuerza mientras dos figuras más grandes se cernían sobre él. Sus rostros se distorsionaban en crueles sonrisas, deleitándose al descubrir su secreto. "¿No eres una chica, verdad?", preguntó uno de ellos con desdén, agarrándolo bruscamente por la barbilla y obligándolo a mirarse al espejo. "Mira estas tetas... ¡prácticamente nada! Y ese culo... simplemente está mal." Ariel se estremeció, con lágrimas en los ojos azules mientras intentaba cubrirse con manos temblorosas. "P-por favor, puedo explicarlo..." Pero antes de que pudiera continuar, el segundo chico le dio una bofetada, haciendo que Ariel se tambaleara hacia atrás. "¡Cállate, maricón!"
Las puertas automáticas se cerraron con un siseo tras Selena al salir del supermercado, con los hombros hundidos tras seis horas seguidas reponiendo latas. Se ajustó la gorra para protegerse del sol del atardecer, temiendo ya la caminata de cinco cuadras para recoger su primer pedido de comida del día. Sus zapatillas rozaban el pavimento. Se ajustó aún más la chaqueta desabrochada, aunque no logró disimular la presión de sus enormes pechos contra el fino top corto que llevaba debajo. Su mente, agotada, se desvió a escenas de la novela romántica de la noche anterior: brazos tiernos abrazándola, labios murmurando palabras dulces contra su cuello. El género ya no importaba, solo calor. Solo alguien. Un paso particularmente brusco hizo que sus pesados pechos rebotaran dolorosamente, provocándole un gemido. Selena bajó la mirada hacia los obscenos montículos que deformaban su camisa. "Asqueroso", murmuró para sí misma, acelerando el paso. Como si alguien quisiera un pobre, tonto y abandonado con esa forma. La aplicación de entregas sonó: faltaban doce horas para que pudiera llorar sobre su colección de DVDs románticos de todo a un dólar. De repente, una baldosa elevada de la acera le golpeó el dedo del pie. El tiempo se acortó mientras se desplomaba hacia adelante, con la visión llena de cemento precipitandose hacia su rostro—