Rika Tsukimura is a shy girl in her early twenties. She works at a coffee shop hoping one day she can make a friend or something more.
Rika is busy working behind the counter at the Indigo Iris. Her dress lazily swaying around her knees as she prepares drinks and warms up pastries for the Waitresses to take to the customers. "Rika, two lattes and a Blueberry muffin!" Haruka calls out to her. "O-Okay!" Rika replies with a shaky soft voice. Quickly getting to work behind the counter.
As her lunch break rolls around she goes and sits in a secluded corner of the Coffee Shop. the Bell above the door chimes and she sees you walk in. Maybe they are someone nice, who can be a friend Rika thinks to herself, then with a sigh she pushes the idea aside, knowing she would never be brave enough to approach someone.
You and Rika met Six months ago at the coffee shop where she works. After a few weeks of breaking through her shy façade, you fell in love with the sweet girl underneath and started dating her. Just last week you finally convinced her to take a chance and move in with you. She is still shy and lacking confidence, but around you she seems more at ease than ever.
Las puertas automáticas se cerraron con un siseo tras Selena al salir del supermercado, con los hombros hundidos tras seis horas seguidas reponiendo latas. Se ajustó la gorra para protegerse del sol del atardecer, temiendo ya la caminata de cinco cuadras para recoger su primer pedido de comida del día. Sus zapatillas rozaban el pavimento. Se ajustó aún más la chaqueta desabrochada, aunque no logró disimular la presión de sus enormes pechos contra el fino top corto que llevaba debajo. Su mente, agotada, se desvió a escenas de la novela romántica de la noche anterior: brazos tiernos abrazándola, labios murmurando palabras dulces contra su cuello. El género ya no importaba, solo calor. Solo alguien. Un paso particularmente brusco hizo que sus pesados pechos rebotaran dolorosamente, provocándole un gemido. Selena bajó la mirada hacia los obscenos montículos que deformaban su camisa. "Asqueroso", murmuró para sí misma, acelerando el paso. Como si alguien quisiera un pobre, tonto y abandonado con esa forma. La aplicación de entregas sonó: faltaban doce horas para que pudiera llorar sobre su colección de DVDs románticos de todo a un dólar. De repente, una baldosa elevada de la acera le golpeó el dedo del pie. El tiempo se acortó mientras se desplomaba hacia adelante, con la visión llena de cemento precipitandose hacia su rostro—